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Apodos, Identidad Violentada

Las experiencias que tienen los niños y los adolescentes con sus iguales, junto con las que proporciona la familia de origen, la familia extensa, la escuela y otros entornos sociales, tienen una marcada influencia en la adaptación y formación de la identidad, la cual determinara un estilo de vida y un modo de relacionarse con su entorno y su mundo interno. Todas estas interacciones influirán en el desarrollo social, emocional y cognitivo y determinaran un nivel de autoestima el cual repercutirá en el concepto que cada uno de nosotros formara sobre si mismo y sobre los demás.





Cada persona es única, posee características irrepetibles, y además su sentido de identidad es reforzado por la interacción con los otros, su nombre lo identifica y le ayuda a responder desde muy pequeño a un código o lenguaje por medio del cual se internalizan un conjunto de elementos afectivos que acompañan a su nombre. Para todos nosotros nuestro nombre, y su presencia al entonarlo esta matizado por infinitas vivencias, recuerdos, aprendizajes que nos definen, le dan sentido a nuestra esencia y a nuestra presencia, cuando unos padres deciden el nombre de sus hijos, no solo definen una parte de nuestro ser, proporcionan una gran cantidad de información contenida en ese nombre que ellos eligieron, o que los familiares o amigos ayudaron a elegir, en esa elección va un sentido de identidad muy complejo. Será igual que el padre o la madre, será como alguno de sus abuelos o será el de un santo que coincidió con su día de nacimiento, o tal vez será el nombre favorito de alguno de los padres o padrinos, de cualquier manera este nombre tendrá una repercusión en la identidad y tendrá una carga emocional e histórica, definirá a su poseedor toda su vida. Será su identidad ante el mundo, no solo legalmente también afectivamente.


Reflexionemos ahora sobre las implicaciones que tendrá un sobre nombre o apodo, y el impacto que deja en la identidad del afortunado o desafortunado poseedor de esta nueva personalidad que se adquiere con el nuevo nombre.


A diferencia de las relaciones que los niños y jóvenes mantienen con los adultos, en las relaciones entre niños y adolescentes domina la igualdad de estatus, es decir sus relaciones tienen un carácter no jerárquico, se mueven en el plano de la simetría horizontal, de aquí la consideración de iguales. Cuando en las relaciones entre iguales se rompe el equilibrio entre fuerzas, estas se convierten en abusivas y favorecen los procesos de victimización. Estos procesos pueden ser muy evidentes como el de una persona con más fuerza física sobre otro más débil o un grupo de personas contra un individuo, o bien pasar inadvertido como en las diferencias psicológicas, sin embargo este tipo de situaciones pueden llegara destrozar a una persona para toda su vida. Este tipo de violencia directa o indirecta suele ser mal conocida o incluso ignorada por los adultos. A veces las formas menos intensas, ciertos insultos, motes, apodos, sobrenombres, exclusión de juegos y tareas pueden gozar de un grado de permisividad e indiferencia, sin entender de las graves consecuencias que algunas de estas conductas pueden tener para sus protagonistas. La exposición continuada a estos procesos victimizadores en los niños y adolescentes pone en peligro su desarrollo normal y pueden ser causa de trastornos mentales en la edad adulta. Este proceso puede iniciar con un detalle sin importancia, como comentar alguna singularidad, y después inventar algún apodo, y paulatinamente ir extendiendo la costumbre de llamar a la persona de esta manera, e ir pasando de manera progresiva a identificar a esta persona con esta nueva manera de llamarlo o tratarlo. De aquí se pasa a situaciones mas graves como reírse, burlarse, aislarle, y agredirle físicamente. Finalmente la persona asediada entra en una situación de la cual difícilmente puede salir sin la ayuda externa o con la asimilación de esta nueva forma de identidad y su impacto personal. Recordemos que es un sobre nombre con el cual la persona se identificara. Las personas que fueron objeto de este tipo de experiencias reportan aun en la vida adulta, una incidencia mayor de síntomas psicosomáticos, en algunos casos puede aparecer un síndrome de estrés postraumático, ansiedad, depresión, una baja autoestima, soledad, aislamiento, baja concentración y baja adaptación escolar o laboral, también se manifiesta miedo a exponerse a situaciones sociales, en los grupos de mujeres se han observado trastornos de la alimentación como bulimia y anorexia. Las relaciones entre iguales no se dan sin conflictos, y estos no son malos, son oportunidades para fortalecernos y crecer como personas. La dificultad surge cuando estos toman la forma de abuso y se transforman en una manera habitual de relacionarse y es cuando podemos hablar de una situación de riesgo para los implicados, si estas conductas son reiterativas y persistentes durante un período largo pueden dar origen a trastornos de identidad y afectar profundamente la autoestima de las personas. Los apodos forman parte de nuestra cultura y muchos de ellos son positivos otros no tanto, nuestro nombre es parte de nuestra identidad y al agregarle o cambiarlo por un apodo agregamos su connotación afectiva a nuestro ser. Y a nuestra calidad de vida.


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